FILOSOFÍA Y EPISTEMOLOGIA

  REAL Y REALIDAD


La realidad es aquello que acontece de manera verdadera o cierta, en oposición a lo que pertenece al terreno de la fantasía, la imaginación o la ilusión. Lo real, por lo tanto, es lo que existe efectivamente.
Realidad Por ejemplo: “No puedes vivir de sueños, tienes que asumir la realidad y actuar en consecuencia”, “Pese a las declaraciones de los funcionarios, la realidad muestra que la economía ha caído en los últimos meses”, “Nuestra realidad de hoy es muy diferente”.
La definición de la realidad supone un problema filosófico. Determinar qué es real y qué no lo es, ha sido motivo de análisis y debate durante toda la historia de la humanidad. No se puede decir que la realidad está formada sólo por cosas materiales, ya que las emociones y los sentimientos son “reales”. Por otra parte, la fantasía también podría considerarse como parte de la realidad en tanto hay personas que la desarrollan.
El concepto de Dios también se encuentra vinculado a la idea de realidad: ¿Dios es real, aunque no haya formada empírica de demostrar su existencia? La ciencia, por lo general, toma como real aquello que puede presentarse ante la experiencia.
En el lenguaje cotidiano, suele entenderse la realidad como el conjunto de factores y situaciones que una persona vive a diario. En este sentido, la realidad de una persona contempla haber nacido en un país X, tener una familia Y, trabajar en una empresa M, etc. A nivel social, se supone que los medios de comunicación informan qué pasa en la realidad, aunque la visión que presentan siempre está influenciada por diversos intereses y por la subjetividad.

¿QUÉ ES LA REALIDAD? 

La realidad es la existencia verdadera y efectiva de las cosas, comprendiendo todo lo existente en oposición a lo imaginario. Esta existencia de las cosas exteriores al sujeto son captadas por él a través de los sentidos, de los que ya desconfiaba el filósofo griego Platón, que distinguía una realidad sensible e imperfecta captada por los sentidos, y el mundo de las ideas captadas por la razón, inmutables, eternas y verdaderas que eran el mundo real. Para su discípulo Aristóteles la realidad está en el mundo sensible, en las cosas que tocamos, vemos y sentimos. Distingue la potencia del acto. Las cosas en acto constituyen la realidad. La potencia es posibilidad. Cuando esa posibilidad se concreta, surge una nueva realidad. Por ejemplo, la semilla es en acto semilla, y esa es la realidad, aunque en potencia pueda ser árbol, cuando lo sea, esa será su realidad.
En el plano metafísico, Descartes distinguió la realidad de la existencia. Así, para este filósofo, hay inmaterialidades, o sea cosas no existentes, pues solo son ideas en el espíritu, que también son realidades.
Para Lacan todo lo existente sería lo real, mientras que la particular forma que el sujeto percibe lo real, sería la realidad. Para Freud, la realidad es una construcción lingüística sobre lo real, que el yo le transmite al ello (base natural del sujeto sin contacto con la realidad exterior). El yo es el mediador que capta la realidad, por la intermediación del lenguaje, pero de modo activo, o sea captando solo lo que le interesa, y enviándolo hacia el ello, que recibirá su influencia.


¿QUÉ ES LA REALIDAD? 


<<Félix García Moriyón>>
Abordamos en esta III Olimpiada uno de los temas cruciales y centrales de la Filosofía occidental, el problema de la realidad, una cuestión que, con diversos nombres y desde planteamientos distintos, ha ocupado a los filósofos de nuestra tradición desde su inicios presocráticos. Para algunos, este es el problema central de la metafísica u ontología, ámbitos de la reflexión filosófica que se definen precisamente por dedicarse al estudio de lo real en cuanto que es real. El predicado “real”, convertido en sustantivo “lo real” o “la realidad”, puede aproximarse al concepto de “ser”, incluso llegar a identificarse puesto que “lo real” puede ser entendido como el ser en plenitud, siendo la realidad la manera primaria de ser.
 En cierto sentido podríamos decir que todo es real, lo que convertiría dicho concepto  en un concepto vacío de significado: si todo es real, nada es real, puesto que el predicado deja de establecer una diferencia significativa. Sin embargo, en la vida cotidiana aplicamos el término realidad en diversos contextos con clara capacidad de establecer diferencias  significativas que ayuden a una mejor comprensión de las cosas con las que nos relacionamos. Pensemos, sin ir más lejos, en la advertencia que figura al final de numerosas películas: «cualquier parecido de esta película con situaciones o personajes de la vida real es pura coincidencia», aviso que afirma justo lo contrario que otro que es también frecuente: «esta película se basa en hechos reales». Las dos frases sirven para entender los dos enfoques  tradicionales en la filosofía al abordar el problema de la realidad: marcar negativamente lo que lo distingue de las cosas no reales por un lado, o destacar aquellas características que permiten definir la realidad.
Quizá el primer enfoque sea el que pueda resultar más interesante para iniciar un fructífero diálogo filosófico sobre este problema. En gran parte, eso es lo que hicieron los primeros filósofos. Para ellos, lo que nos mostraban los sentidos, aquello con lo que manteníamos una relación cotidiana estrecha, no correspondía a lo que el ser realmente es, a la realidad en su sentido más pleno y más profundo. No se trata de dirimir si las apariencias o los sentidos nos engañan, sino más bien de ir algo más allá o más profundo, para desvelar lo que genuinamente existe, la verdadera realidad, o la verdad sin más. En el fondo, todo es agua, decía Tales de Mileto, y lo que aparece ante nuestros sentidos no son sino manifestaciones diversas del agua, en distintos estados de condensación. Buscar la verdad es levantar el velo que oculta la realidad a nuestros sentidos cotidianos. La relación entre apariencia y realidad se convierte así en uno de los ejes que vertebran la reflexión sobre el ser y sobre lo real y la alegoría de la caverna pasa a constituirse en una de las metáforas más fecundas sobre la reflexión filosófica: solo un duro esfuerzo personal permitirá a los seres humanos romper con las cadenas de un mundo de sombras y apariencias para ascender hacia la captación de lo auténticamente real.
Las apariencias pueden ser aquello que nos impide definitivamente acceder a la realidad, pues solo hay apariencias o puede ser el camino de acceso a la realidad: ¿Ocultan las apariencias la realidad o la muestran? No es sencillo contestar esta pregunta. También los griegos oscilaron entre las dos posibles respuestas a esta pregunta. Nadie como los sofistas ejerció una crítica tan radical a nuestra capacidad de acceder a la realidad como algo claramente distinto de nuestra manera de percibirla. El ser humano es la medida de todas las cosas de tal modo que si nos preguntamos si la realidad es un descubrimiento-desvelamiento o una invención-construcción, es esto segundo lo que hay que admitir. Su posición ha tenido seguidores importantes desde entonces, destacando las reflexiones de Nieztsche sobre la condición metafórica de nuestro lenguaje y más recientemente toda una familia filosófica que de un modo u otro defiende lo que podemos llamar el constructivismo epistemológico: la realidad de la que hablamos no pasa de ser un constructo social, fruto de acuerdos provisionales. Si cambiamos de paradigma, según decía Kuhn, posiblemente está cambiando también la realidad.
Esto supone poner en cuestión otra de las aportaciones de los fundadores de nuestra tradición filosófica. Siguiendo la senda de sus maestros Sócrates y Platón, Aristóteles mantiene con claridad que la realidad es racional, es decir, que nuestra razón, no nuestros sentidos, es la que nos permite acceder a un conocimiento más ajustado de la realidad, de tal modo que la verdad puede ser definida como la correspondencia entre nuestros juicios y la realidad. No parece adecuado acusar a la posición aristotélica de racionalismo excesivo; más bien, cuando la polémica se planteó en la filosofía medieval relacionada con el valor de los conceptos universales, la posición aristotélica quedó definida como realismo moderado. Sin duda, todas nuestras abstracciones conceptuales —incluso todo nuestro lenguaje— son entes de razón, dicen los seguidores de Aristóteles. No obstante, eso no es lo importante; lo decisivo es que algunos de ellos tienen fundamento in re, lo que los aleja de posibles elucubraciones infundadas y permite distinguir la realidad de la ilusión, o lo verdadero de lo falso.
Ahora bien, la afirmación aristotélica puede ser invertida y eso es lo que, según algunos intérpretes, hace Hegel, cerrando en cierto sentido la reflexión filosófica occidental: todo lo racional es real. La realidad no es más que el despliegue dialéctico del Espíritu en la Historia y esta no llegará a su plenitud hasta que se dé la perfecta adecuación entre racionalidad y realidad. Hegel lleva hasta el extremo el optimismo ilustrado, con su gran apuesta por una sociedad regida por la razón. La izquierda hegeliana reinterpretará esa afirmación hegeliana y la vinculará al pensamiento utópico presente en el mundo occidental desde el Renacimiento: la sociedad real, la verdadera sociedad, será aquella regida por el imperio de la razón y no por la arbitraria voluntad de monarcas absolutos apegados a tradiciones injustificables. La utopía permitirá desvelar la más auténtica realidad. Esa es la más fecunda y sólida relación entre la utopía y la realidad. «Seamos realistas, pidamos lo imposible», decía un grafiti en el Mayo francés. «Queremos democracia real ya», claman los indignados que animan el movimiento del 15-M.
Ciertamente, la modernidad no sólo engendró el pensamiento utópico. También recuperó y reelaboró algo que estaba presente en la caverna de Platón. ¿Y si la realidad, si todo lo que nos rodea, incluso nosotros mismos, no es más que un sueño? Segismundo, al comienzo del barroco, se lamenta entristecido ante la constatación de que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Shakespeare tiene sueños en las noches de verano. Y
Descartes, el más preclaro fundador del pensamiento moderno considera crucial despejar la duda que identifica sueños con realidad, o que es incapaz de distinguir los unos de la otra.
Difícil avanzar en un mundo hostil y duro como el de la Guerra de los Treinta años si no podemos conjurar los sueños, mucho menos si no podemos acallar las pesadillas. Hace falta encender la luz de la razón natural, dice Descartes y se pone a ello. Eso sí, en la crisis de la modernidad que comienza a gestarse a finales del XIX, voces menos optimistas descubren en nuestros sueños la alargada sombra de un inconsciente fuera de control. Y eso puede suponer tener que aceptar el insuperable malestar en la cultura.
Ya aquí y ahora, crece desmesurada y rápidamente un nuevo mundo que añade nuevas complejidades, nuevos recovecos difíciles de explorar: empezamos a estar rodeados por un mundo virtual, por lo tanto no real, pero al mismo tiempo tan real que impacta decisivamente sobre nuestras vidas. Atrapados por la red, pero también ampliadas exponencialmente nuestras posibilidades por esa enorme red, puede llegar un momento en el que vuelva a resultar difícil distinguir entre las apariencias y la realidad, en que confundamos los amigos con los contactos de Tuenti o Facebook. Un dicho popular se hace eco de esta situación: «eres más falso que un amigo en Facebook». Hace unos pocos años, una película con gran impacto mediático, Matrix, volvió a plantear la alegoría de la caverna, esta vez sin paredes sobre las que se proyectaban las sombras. Al final, el mundo en el que vivimos no es más que una apariencia de realidad, una realidad virtual con la que, también con duro esfuerzo personal, debemos romper para acceder al mundo real.
No es fácil, por tanto, ofrecer soluciones al problema planteado por la pregunta más general ¿Qué es la realidad? Todas las preguntas más concretas que hemos ido abordando en los párrafos anteriores nos ayudan a ir despejando el camino, a establecer fructíferas distinciones y aclaraciones, a poner mojones en el camino para evitar extraviarnos. Ahora bien, conviene ir algo más allá y averiguar, hasta donde nos sea posible, cuáles son las propiedades que caracterizan o definen lo real. No nos conviene, utilizando un ejemplo de Kant, confundir cien euros reales con cien euros imaginarios, ni vamos a poder encontrar refugios en oasis producto de un espejismo. Necesitamos, por tanto, saber de qué estamos hablando cuando decimos que algo es real; esto es, necesitamos saber cuáles son las notas que definen la realidad e incluso también los niveles en los que esa realidad se manifiesta. Es posible que solo lleguemos a respuestas provisionales, pendientes de posteriores reflexiones que vayan resolviendo los nuevos problemas planteados por las anteriores respuestas. Pero en eso consiste la reflexión filosófica, en emprender un camino de reflexión que ayude a dotar a nuestra vida de sentido.

REALIDAD Y CONOCIMIENTO
 Los Grandes Retos de la Filosofía Occidental
La pregunta sobre qué es la realidad es la primera pregunta filosófica. Y la respuesta primera o más inmediata es aquella más próxima al sentido común y que nos dice que la realidad es aquello que se nos presenta en nuestra experiencia de forma directa e inteligible, que la realidad es el todo en el que vivimos, somos y estamos.
Pero el filósofo no se conforma con respuestas “ingenuas”. Las respuestas tienen que estar fundadas, por eso buscamos razones sólidas que solucionen el problema. Y estas soluciones pueden ser dos: realismo e idealismo (con sus diferentes formas).
Te animamos a plantearte el problema y a conocer sus soluciones porque tienes que tomar postura, no te queda más remedio. De hecho, ahora mismo, eres o realista o idealista. ¿Quieres comprobarlo? Verás cómo desde este problema surgen otros. ¿Es la realidad racional? ¿Cuál es la fuente de nuestros conocimientos?


Alegoría de la caverna Platón

Platón describió en su alegoría de la caverna un espacio cavernoso, en el cual se encuentran un grupo de hombres, prisioneros desde su nacimiento por cadenas que les sujetan el cuello y las piernas de forma que únicamente pueden mirar hacia la pared del fondo de la caverna sin poder nunca girar la cabeza. Justo detrás de ellos, se encuentra un muro con un pasillo y, seguidamente y por orden de cercanía respecto de los hombres, una hoguera y la entrada de la cueva que da al exterior. Por el pasillo del muro circulan hombres portando todo tipo de objetos cuyas sombras, gracias a la iluminación de la hoguera, se proyectan en la pared que los prisioneros pueden ver.
Estos hombres encadenados consideran como verdad las sombras de los objetos. Debido a las circunstancias de su prisión se hallan condenados a tomar únicamente por ciertas todas y cada una de las sombras proyectadas ya que no pueden conocer nada de lo que acontece a sus espaldas.
Continúa la narración contando lo que ocurriría si uno de estos hombres fuese liberado y obligado a volverse hacia la luz de la hoguera, contemplando, de este modo, una nueva realidad. Una realidad más profunda y completa ya que ésta es causa y fundamento de la primera que está compuesta sólo de apariencias sensibles. Una vez que ha asumido el hombre esta nueva situación, es obligado nuevamente a encaminarse hacia fuera de la caverna a través de una áspera y escarpada subida, apreciando una nueva realidad exterior (hombres, árboles, lagos, astros, etc. identificados con el mundo inteligible) fundamento de las anteriores realidades, para que a continuación vuelva a ser obligado a ver directamente "el Sol y lo que le es propio",5 metáfora que encarna la idea de Bien.
La alegoría acaba al hacer entrar, de nuevo, al prisionero al interior de la caverna para "liberar" a sus antiguos compañeros de cadenas, lo que haría que éstos se rieran de él. El motivo de la burla sería afirmar que sus ojos se han estropeado al verse ahora cegado por el paso de la claridad del Sol a la oscuridad de la cueva. Cuando este prisionero intenta desatar y hacer subir a sus antiguos compañeros hacia la luz, Platón nos dice que éstos son capaces de matarlo y que efectivamente lo harán cuando tengan la oportunidad,6 con lo que se entrevé una alusión al esfuerzo de Sócrates por ayudar a los hombres a llegar a la verdad y a su fracaso al ser condenado a muerte.

Interpretación

La interpretación de la Alegoría de la caverna hay que buscarla muy al final del libro VI y en el libro VII de la República de Platón, una interpretación que es puramente epistemológica, no en vano comienza la historia con estas palabras:
-Y a continuación -seguí-, compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o falta de ella, se encuentra nuestra naturaleza.7
Pero bajo su sentido epistemológico esconde connotaciones propias de la metafísica8 platónica, así como de su política dado que la República es un tratado político.
La metafísica subyacente en la alegoría[editar]
Nada más terminar la narración del mito nos cuenta Platón, por boca de Sócrates, qué representa cada una de las imágenes que se exponen en él.9 Corresponde a las sombras y a los hombres que las producen el mundo que percibimos por los sentidos o mundo sensible; y la hoguera al Sol que todo lo ilumina y nos permite ver. La ascensión al exterior de la cueva figura el ascenso al mundo inteligible, mundo en el que se encuentra la idea de Bien10 representada por el Sol.
Ambos mundos son reales, pero el inteligible posee más entidad siendo fundamento de todo lo sensible. Pertenecen a este mundo las esencias o ideas y, de entre ellas, la idea de Bien es fundamento de todas las demás ideas y por ende de lo sensible.
Pero, con todo, esta explicación que nos da Platón no es más que una nota al margen de lo que esta alegoría pretende dar a entender. Eso sí, es necesaria para entender el camino del alma hacia el mundo inteligible.11

La epistemología subyacente en la alegoría

Alegoría de la caverna, de Platón, grabado de Jan Saenredam (1604).
Se trata de la parte central de la narración, pero antes de exponerla es preciso contextualizar la epistemología de Platón. Tanto Heráclito como Parménides habían comenzado dos caminos opuestos para avanzar hacia el conocimiento de la realidad, el primero atendiendo a lo mudable,12 el segundo a lo eterno e imperecedero. Y fue el propio Parménides el que puso nombre a ambos: vía de la opinión y vía de la verdad, respectivamente. Platón, dialéctico él, conjugará ambas vías, si bien dando más importancia y validez a la parmenidea. A estos autores hay que mirar para entender lo que se esconde tras el Mito de la caverna.
Según Platón, a cada tipo de realidad le corresponde un tipo de conocimiento apropiado, y éstos a su vez se subdividen en otros dos tipos distintos, cada cual más cierto13 cuanto mejor aprehenden lo inteligible. Así, para conocer el mundo sensible disponemos de la opinión, que siendo conocimiento es un saber que puede contener error, y que viene a coincidir con la vía abierta por Heráclito. Por otra parte, para conocer el mundo inteligible contamos con la ciencia que nos proporciona un conocimiento cierto de la realidad, camino propuesto por Parménides. La opinión o Doxa, como ya ha sido dicho, se divide a su vez en dos subtipos de conocimiento: la imaginación o Eikasia; y la creencia o Pistis. A su vez, para el conocimiento del mundo inteligible, la ciencia o Episteme se divide a su vez en pensamiento o Diánoia que capta las esencias y la razón o Noesis que capta la idea de Bien.14
De este modo, el conocimiento adquirido por la contemplación de las sombras se identificaría con la fiabilidad del conocimiento que proporciona la imaginación, similar a tomar con una certeza más allá de lo deseable a imágenes reflejadas en espejos, o a imágenes pintadas o esculpidas, o incluso a la misma alegoría de la caverna. La visión de los hombres que caminan por la cueva mostrando objetos y la hoguera misma con la creencia, similar a tomar con una certeza más allá de lo deseable el conocimiento adquirido por la mera observación de la naturaleza en la que todo es mutable. La contemplación del mundo exterior a la cueva representa al pensamiento, el paso al conocimiento del mundo inteligible en el que se encuentran las esencias u oσία, un conocimiento que deja de ser una opinión con posibilidad de error, para ser un conocimiento cierto, acorde con la realidad ya que todas las cosas sensibles son imágenes de sus propias esencias. Y por fin, el conocimiento adquirido con la contemplación del Sol representa el conocimiento que se obtiene con la contemplación de la idea de Bien o razón. Se trata de un conocimiento que supera al mismo pensamiento tanto en cuanto que el que lo posee conoce todas las esencias del mundo inteligible porque se fundan en ella y, a través de ellas, todas las realidades del mundo sensible, mientras que el que sólo usa del pensamiento, sólo conoce las esencias que va descubriendo en su pensar.



La Realidad. El Problema
La doble dimensión conceptual del término lingüístico
Las terminaciones con el sufijo -IDAD- denotan una cualidad o propiedad que se realiza, se hace real, en un individuo concreto.
Así pues la palabra en español 'realidad' engloba dos aspectos significativos, cada uno de los cuales plantea diversos problemas que se exponen a continuación:

Significado como  concepto abstracto
Es el conjunto de todo lo que es real
¿Un concepto?
¿Un Único Ens Realissimun = Universo Todo?
¿Una mera palabra sin contenido referente como conjunto de lo real?
Significado como concepto concreto
Es algo individuo que es real
Individuo existente
En tanto que es percibido en la experiencia

• La realidad como un todo:
·  ¿existe una realidad cuya esencia es hacer posible y real la existencia de todo lo que individualmente existe como elemento constitutivo de la misma?, o simplemente
·  ¿es un concepto abstracto como un conjunto cuya realidad es meramente conceptual?
 La Realidad Concreta: Afirmar «X Es Real», O «X Es Una Realidad», Puede Significar:
• NADA: puesto que no sabemos lo que es X, qué cualidad realiza, es decir qué nota o esencia hace real a X., bien sea como ser posible o como ser cuantificable como individuo existente.
• Que Es Auténtico Y Por Tanto Verdadero, Natural Frente a Otros X que Parecen Ser lo Que No Son. En este caso el problema está en poder confundir un x con otro x diferente; pero x, lo que sea, nunca podrá ser falso o inauténtico o no-natural. porque x siempre será x si es que es algo.
• Que No Es Ilusión o Apariencia Fantasiosa, sino realidad verdadera que hace posible a x como individuo concreto al poseer al menos una cualidad real o esencia.
• QUE EXISTE EL TAL X, que es actualidad su realidad que se expresa en su existencia: esto que tengo delante y que existe como verdadero individuo.

•     Esto es real, equivale a no decir nada puesto que no sabemos qué es esto. Equivale a afirmar: x es x. 'Esto es real → esto es real'.
•     Esto que está ahí, es real, equivale a señalar algo que esta ahí. Pero su realidad consiste en estar ahí y, por tanto, viene a significar: 'Esto que está ahí', está ahí. Lo que retrotrae el significado a: ¿Qué significa estar ahí? Si estar ahí significa ser percibido por mí, entonces la realidad de esto consiste en ser percibido por mí en la experiencia. (Así pensaron los empiristas). Pero seguimos sin saber qué es esto que está ahí.
•     Esto que está ahí es un gato. En este caso reconocemos eso que está ahí como gato es decir, como algo que tiene la cualidad, nota o esencia de gato, es decir que tiene la gatidad y le asimila a todos aquellos seres que tienen esa cualidad o cualidades, notas, o esencias que comprendemos como gatos.
 La realidad de eso consiste pues en tener gatidad y se ha de suponer que se conoce antes   la gatidad que el reconocimiento de eso como gato, como pensó Platón. (Véase más adelante que no es ilusión o apariencia fantasiosa).





LA REBELIÓN DE LAS MASA

En su monumental obra “La rebelión de las masas”describe la paradoja del hombre en los tiempos actuales. El hombre masa cree que el bienestar que disfruta gran parte de las poblaciones occidentales es debido a la simple evolución, como si no hubieran existido creadores, inventores, sacrificios, tragedia, éxitos, iniciativa, creatividad, competencia y, sobre todo, valores individuales.
Los “hombres masa” tienen una inexplicable mentalidad que concibe su salvación por obra de “la sociedad”, que les otorga todo, según “sus derechos humanos”, apartándose de la naturaleza real del proceso social. Todo le cae del cielo. Gratis. Les llega por que sí. No requieren esfuerzo alguno. Carecen de conciencia del devenir de las costumbres. No respetan los valores éticos.
Tambien, el hombre masa (desasido de todo, vacío, indiferente), ha perdido la moral. Vive, sin querer ninguna atadura, sin responsabilidades. Termina por eliminar la obligación moral y también la comunitaria, sin influirle la moral social. Para él, no hay ninguna obligación de naturaleza solidaria. Ha eliminado la conciencia de actuar para los demás. Ignora cualquier obligación y solo reclama derechos pero no tiene conciencia de sus deberes y responsabilidades. Y como tener moral es “conciencia de servicio e integración” su conducta será inmoral o amoral. Además, el  no quiere integrarse en una comunidad, porque le obligaría a ser y a estar en relación estrecha con los otros. Pregona la solidaridad sí, pero con los recursos del Estado. Nunca arriesga los propios. Y tiene la audacia de decirse “social”.
La desmoralización del hombre masa, “parcialmente cualificado”, implica la parte elevada de la masa, que son muchos médicos, ingenieros, abogados, profesores, financieros, etc. Los demás siguen las pautas automáticamente. Las masas actúan inconscientemente, alimentándose a sí mismas de su inconciencia.  Las masas ven al Estado como “productor de seguridad”, existencial. Aumenta el número de los que quieren enriquecerse a costa de los demás y de los que no desean someterse a un sistema de trabajo para conseguir, con su propio esfuerzo, lo necesario para vivir. Por un lado, se afirma una moral para la justicia, rebajando la gravedad del delito; por otra, la cuestión económica, que demuestra que el hombre no se conforma con lo que tiene, sino que en la sociedad hay un número creciente de individuos a quien satisface cambiar de sitio a las cosas para depositarlas en sus dominios. (Robos, raterías, peculado). La violencia, no se detiene y en el futuro crecerán los conflictos internos, en los que el individuo está al arbitrio de los violadores de la ley.  De esta manera, el estado, con su gigantesco aparato para garantizar el cumplimiento de la ley, no es capaz de controlar ni de detener la violencia. Tampoco las masas son capaces de actuar contra esta clase de inseguridad. La masa no se activa contra sus atacantes, siendo incapaz de defenderse en comandita cuando algunos de sus componentes están afectados. Es egolatría diminuta. Ello es porque el hombre masa es indiferente a las desgracias de otros, por haber establecido una relación superficial. En cambio, se moviliza contra los que piensan de distinto modo. Se inhibe con el delito y se adhiere a los delincuentes porque lo toma con una mezcla de humanitarismo y como el continuo peaje que hay que pagar por vivir en el sistema imperante, que es inseguro e injusto.
La inseguridad en que vive le motiva a reclamar al Estado. No ha entendido que el Estado ha eliminado el espíritu comunitario y acabado con sus ideales. Las sociedades se han convertido en una agrupación de individuos cuyo único fin es subsistir individualmente sin el necesario aporte de sacrificio u obligaciones para con los demás y, específicamente, con sí mismo en particular. A Ortega le preocupaba el crecimiento de la Policía como aparato represivo. Hoy el problema mayor proviene de los grupos que viven al margen de la ley y contra los que son casi inoperantes las fuerzas policiales.
En la cresta de la ola del destino, las masas parecen desencantadas, molestas; se quejan continuamente de su situación y al no saber sacar partido a la vida se procuran situaciones irreales, utilizando recursos autodestructivos porque ha crecido la debilidad mental general.

EL HOMBRE  MASA




Esta muchedumbre de modos europeos que brota constantemente de su radical unidad y revierte a ella manteniéndola es el tesoro mayor del Occidente.
Triunfa hoy sobre todo el área continental una forma de homogeneidad que amenaza consumir por completo aquel tesoro. Dondequiera ha surgido el  hombre-masa, que es  un tipo de hombre hecho de prisa, montado nada más que sobre unas cuantas y pobres abstracciones y que, por lo mismo, es idéntico de un cabo de Europa al otro, de un cabo de América a  Asia, de norte a sur y de este a oeste.  A él se debe el triste aspecto de la asfixiante monotonía que va tomando la vida en todo el continente. Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas "internacionales". Más que un hombre, es sólo un caparazón de hombre constituido por meras idola fori; carece de un "dentro", de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Así pues, los hombres de cabezas toscas no logran pensar en  la afirmación de la pluralidad al reconocimiento de la unidad, y viceversa. Son cabezas pesadas nacidas para existir bajo las perpetuas tiranías de Oriente.Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga — sine nobilitate — , snob.
 Este universal esnobismo, que tan claramente aparece, por ejemplo, en el obrero actual, ha cegado las almas para comprender que, si bien toda estructura dada de la vida continental tiene que ser trascendida, ha de hacerse esto sin pérdida grave de su interior pluralidad. Como el esnob está vacío de destino propio, como no siente que existe sobre el planeta para hacer algo determinado e incanjeable, es incapaz de entender que hay misiones particulares y especiales mensajes. Por esta razón es hostil al liberalismo, con una hostilidad que se parece a la del sordo hacia la palabra. La libertad ha significado siempre en Europa franquía para ser el que auténticamente somos. Se comprende que aspire a prescindir de ella quien sabe que no tiene auténtico quehacer....
          El hombre masa es una realidad que surge como consecuencia del  desnivel entre el progreso  epocal y  los hombres. Las masas no se refieren solamente a las clases obreras marxiana; como el grupo social protagonista del cambio social con el propósito de arrebatarle a las clases altas sus privilegios. El problema es mucho más amplio, porque el concepto de masa no es cuantitativo sino cualitativo y además es una cualidad individual que tiene necesariamente una dimensión también social.
        El hombre masa, para Ortega y Gasset, es el que no está al mismo nivel de si mismo, el que se encuentra a mitad de camino entre el ignorante y el sabio, que cree saber y no sabe, y el que no sabe lo que debería saber.  Para este filósofo, la época moderna es el enemigo más grande del hombre actual porque son tiempos de retórica y mucha confusión. Es un tiempo de irreverencia por creer que es la cumbre de la civilización y por la convicción del determinismo histórico.  Pero la vida se caracteriza por siempre para adelante y nada puede detenerse ni seguir avanzando sin rumbo.
        Los ideales tienen que estar supeditados a la realidad, a la circunstancia, y el siglo XX se caracteriza por la racionalidad más pura, algo que la mente ha creado en forma abstracta. En el siglo XX se concreta una antigua aspiración social, la presencia pública y decisiva de la mayoría, cambio que no se realizó de un día para otro sino que fue lento, porque nada en la realidad se hace y se deshace en poco tiempo. Cuando desaparece el poder espiritual, mantenido por las instituciones eclesiásticas, según Ortega tendría que surgir la culturalización de la sociedad con el fundamento de una ética que brinde un ideal moral para vivir.
      Sin embargo, el siglo XX aprovechó la desaparición del poder espiritual para cambiarlo por el poder material, canalizando ese sentimiento hacia la política, y hay poca diferencia entre el fanático religioso y el fanático político.
     Según Ortega y Gasset, el capitalismo del siglo XIX ha contribuido a arruinar y desmoralizar a la humanidad, y por esta razón surge el marxismo que asume esta realidad alienante, con una fórmula limitada, al proponer apoderarse de los medios de producción para mejorar los salarios y no para recuperar la dignidad del hombre. La teoría de Marx tenía sentido pero no el marxismo, porque para Marx, el socialismo tiene el objetivo de auxiliar al capitalismo. El socialismo marxista es amigo íntimo del capitalismo porque los extremos se juntan y terminan siendo la misma cosa.
        El capitalismo del siglo XIX ha producido una inmensa riqueza pero ha empobrecido la conciencia moral del hombre. En lugar de la ética en la sociedad priman el interés y la utilidad, objetivos que no alcanzan para el mantenimiento del equilibrio social sin la posibilidad de generar un poder espiritual. El día que para la gente hacer dinero no sea más la preocupación central de su vida tendrá la humanidad la oportunidad de ver surgir a una nueva categoría de hombre más sabio y alcanzar su propia altura.....   Ortega y Gasset (1937) 

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LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACIÓN DEL FUTURO. CAPÍTULO V

 

« Los dioses nos dan muchas sorpresas:
lo esperado no se cumple y para lo inesperado
un dios abre la puerta. »
Eurípides

Desde el siglo  XX todos los humanos viven sin distinción alguna los mismos problemas fundamentales de vida y muerte. Unidos todos en una única comunidad mundialmente  interrelacionada. Lo cual constituye la exigencia racional mínima de un mundo limitado e interdependiente llamada unión planetaria. Por lo tanto, Aprender a estar-ahí quiere decir: aprender a vivir, a compartir, a comunicarse, a comulgar; es aquello que sólo aprendemos en y por las culturas singulares. Nos hace falta ahora aprender a ser, vivir, compartir, comulgar también como humanos del Planeta Tierra. No solamente ser de una cultura sino también ser habitantes de la Tierra. Esto requiere la adquisición de una conciencia nueva tridimensional, la cual podemos caracterizar como: (a) una  conciencia antropológica referida a nuestra unidad en nuestra diversidad;  es decir, respetar la otredad. (b) una conciencia ecológica, es decir la conciencia de habitar con todos los seres vivos dejando a un lado la creencia de que somos los dueños del planeta como seres superiores, los que ha llevado a la inconvivencia sobre la tierra; y (c) La conciencia cívica terrenal, es decir de la responsabilidad y de la solidaridad para los hijos de la Tierra.
En este sentido, la búsqueda de esta reconciliación debe ser complementaria y no antagonista con los reencuentros en el pasado. Todo ser humano, toda colectividad debe dirigir su vida en una circulación interminable entre su pasado donde encuentra su identidad apegándose a sus ascendentes, su presente donde afirma sus necesidades y un futuro hacia donde proyecta sus aspiraciones y sus esfuerzos.
Todas las culturas tienen sus virtudes, sus experiencias, sus sabidurías al mismo tiempo que sus carencias y sus ignorancias. Es en este reencuentro con el pasado que un grupo humano encuentra la energía para enfrentar su presente y preparar su futuro. Para esto el mundo confederado debe ser policéntrico y acéntrico, no sólo a nivel político sino también cultural. Así, un  Norte que ha desarrollado el cálculo y la técnica, pero perdió su calidad de vida, y  el Sur atrazado técnicamente, pero que aun así; cultiva aún las calidades de la vida. En adelante, una dialógica debe complementar Oriente y Occidente, Norte y Sur. Esto Introduce la complejidad en el corazón de la identidad mestiza (cultural o racial). En realidad, cada uno puede y debe, en la era planetaria, cultivar su poli-identidad permitiendo la integración de la identidad familiar, de la identidad regional, de la identidad étnica, de la identidad nacional, religiosa 0 filosófica, de la identidad continental y de la identidad terrenal. El mestizo puede encontrar en las raíces de su poli-identidad una bipolaridad familiar, una bipolaridad étnica, nacional incluso continental que le permite constituir en sí una identidad compleja plenamente humana.
Por lo tanto, estamos comprometidos con la humanidad planetaria y en la obra esencial de la vida que consiste en resistir a la muerte. Civilizar y Solidarizar la Tierra; Transformar la especie humana en verdadera humanidad se vuelve el objetivo fundamental y global de toda educación.
Ahora bien, el siglo XX ha descubierto la pérdida del futuro, es decir su impredecibilidad.  La toma de conciencia de la incertidumbre histórica se hace hoy en día con el derrumbamiento del mito del Progreso. Un progreso es ciertamente posible, pero incierto. Se entiende que, a través de la Historia, ha habido determinaciones económicas, sociológicas, entre otras, pero éstas están en relación inestable e incierta con accidentes y riesgos innumerables que hacen bifurcar o desviar su curso. Como decía Patocka: “El devenir es ahora cuestionado y lo será para siempre.”  El futuro se llama incertidumbre.
Dentro de este orden de idea, la historia no constituye una evolución lineal. Ella conoce turbulencias, bifurcaciones, desviaciones, fases inmóviles, estadios, periodos de latencia seguidos de virulencias como en el cristianismo el cual incubó dos siglos antes de sumergir el Imperio Romano. Es un enjambre de devenires enfrentados con riesgos, incertidumbres que involucran evoluciones, enredos, progresiones, regresiones, rupturas. Es decir,  la Historia es un complejo de orden, de desorden y de organización. El surgimiento de una creación no se puede conocer por anticipado, sino  no habría creación. La historia avanza, no de manera frontal como un río, sino por desviaciones que proceden de innovaciones o creaciones internas, o de acontecimientos o accidentes externos.  La transformación interna comienza a partir de creaciones, primero locales y casi microscópicas que se efectúan en un medio restringido primero a algunos individuos, y que aparecen como desviaciones con relación a la normalidad. Toda evolución es el logro de, una desviación cuyo desarrollo transforma el sistema donde ella misma ha nacido: ella desorganiza el sistema reorganizándolo. Las grandes transformaciones son morfogénesis, creadoras de formas nuevas que pueden constituir verdadera metamorfosis.
En este sentido,  hemos aprendido a finales del siglo XX que hay que substituir la visión de un universo que obedece a un orden impecable por una visión donde el universo sea el juego y lo que está en juego de una dialógica (relación antagónica, competente y complementaria) entre el orden, el desorden y la organización.
Así, enfrentar las incertidumbres significa la adquisición de una nueva conciencia de donde emergerá: el hombre, enfrentado a las incertidumbres por todos los lados, es arrastrado hacia una nueva aventura. La Humanidad es llevada hacia una aventura desconocida. Hay que aprender a enfrentar la incertidumbre puesto que vivimos una época cambiante donde los valores son ambivalentes, donde todo está ligado.
La incertidumbre de lo real. Nuestra realidad no es otra que nuestra idea de la realidad. Así, una vez más nos llegan incertidumbres sobre la realidad que impregnan de incertidumbre los realismos y revelan, de aparentes ir-realismos eran realistas.
La incertidumbre del conocimiento. El conocimiento es una aventura incierta que conlleva en sí misma y permanentemente el riesgo de ilusión y de error. Ahora bien, es en las incertidumbres doctrinales, dogmáticas e intolerantes donde se encuentran las peores ilusiones; en cambio, la conciencia del carácter incierto del acto cognitivo constituye la oportunidad para llegar a un conocimiento pertinente, el cual necesita exámenes, verificaciones y convergencia de indicios; el conocimiento es navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certezas.
Las incertidumbres y la ecología de la acción. la acción es decisión, elección y también es apuesta. En la noción de apuesta existe la conciencia de riesgo y de incertidumbre. Aquí interviene la noción de ecología de la acción. Una de las más grandes adquisiciones del siglo XX ha sido el establecimiento de teoremas que limitan el conocimiento, tanto en el razonamiento (teorema de Gödel, teorema de Chaitin) como en la acción.
El bucle acción – contexto. Toda acción escapa a la voluntad de su autor cuando entra en el juego de las inter-retro-acciones del medio donde interviene. Así, el inicio de la Revolución de Octubre de 1917, no suscitó una dictadura del proletariado sino una dictadura sobre el proletariado. En un sentido más amplio, las dos vías hacia el Socialismo, la reformista social-demócrata y la revolucionaria leninista terminaron ambas en cualquier cosa distinta a sus finalidades.
Por ello la impredecibilidad a largo plazo, se pueden considerar o calcular a corto plazo los efectos de una acción, pero sus efectos a largo plazo son impredecibles.  De esta manera, ninguna acción está segura de obrar en el sentido de su intención. La ecología de la acción nos invita, sin embargo, no a la inacción sino a la apuesta que reconoce sus riesgos y a la estrategia que permite modificar incluso anular la acción emprendida.
En efecto, hay dos vías para enfrentar la incertidumbre de la acción. Una vez bien tomada la decisión, la plena conciencia de la incertidumbre se vuelve la plena conciencia de una apuesta. La estrategia debe prevalecer sobre el programa. En cambio, la estrategia elabora un escenario de acción examinando las certezas y las incertidumbres de la situación, las improbabilidades. La estrategia puede y debe efectuar compromisos con frecuencia. Estos tres términos complementarios son al mismo tiempo antagónicos; la libertad tiende a destruir la igualdad; ésta, si es impuesta, tiende a destruir la libertad; por último, la fraternidad no puede ser ni decretada ni impuesta sino incitada, Según las condiciones históricas, una estrategia deberá favorecer la libertad o la igualdad o la fraternidad sin oponerse nunca a los otros dos términos.
Finalmente, todo aquello que implica oportunidad implica riesgo y el pensamiento debe diferenciar las oportunidades de los riesgos así como los riesgos de las oportunidades
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Referencia Bibliografica 
Morín, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO, Francia.


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